El documento advierte de que, con el auge de la inteligencia artificial (IA) y las criptomonedas, la demanda computacional se ha disparado exigiendo un rápido crecimiento del número de supercentros de datos. Incluso, algunas compañías propietarias de estas instalaciones planean construir plantas nucleares para atender su explosiva demanda de energía.
Por qué la tecnología necesita agua
El uso de agua en la industria tecnológica responde a tres factores principales. Primero, la refrigeración: los servidores generan grandes cantidades de calor y requieren sistemas de enfriamiento intensivos, muchos de ellos basados en torres evaporativas que consumen millones de litros de agua al año. Segundo, la fabricación de chips: las plantas de semiconductores requieren agua ultrapura para procesos de limpieza y grabado. Tercero, la generación de energía: gran parte de la electricidad que alimenta estas infraestructuras proviene de centrales que utilizan agua para enfriamiento.

Zonas críticas: cuando la nube llega a regiones secas
Dos tercios de los nuevos centros de datos construidos desde 2022 en la mayoría de los países, se ubican en áreas con alto estrés hídrico. La búsqueda de energía barata y beneficios fiscales ha llevado estas instalaciones a zonas desérticas o más necesitadas, donde compiten directamente con el consumo doméstico y agrícola.
Volviendo al caso de EEUU, en varios estados, numerosas comunidades locales han denunciado aumentos en tarifas de agua y disminución en la disponibilidad del recurso. Un caso emblemático muestra cómo un centro tecnológico consumía más de 379 millones de galones al año, generando protestas vecinales. Y en México, gigantes tecnológicos como Microsoft, Google y Amazon han invertido miles de millones en centros de datos en la región de Querétaro, cuyas comunidades locales afrontan severas sequías y se ven obligadas a desplazarse por la falta de agua potable.
Tecnologías más verdes: ¿solución real o maquillaje?
Algunas empresas han comenzado a adoptar estrategias para reducir su huella hídrica. Entre ellas se incluyen la reutilización de agua no potable para refrigeración, el uso de sistemas de enfriamiento por inmersión líquida que reducen el consumo y el diseño de centros de datos que no requieren agua en el proceso de enfriamiento. Sin embargo, el crecimiento exponencial de la demanda tecnológica podría anular estas mejoras. Aunque la eficiencia aumenta, también lo hace la cantidad de infraestructura necesaria para sostener la economía digital.

Transparencia, la gran deuda
El problema estructural aumenta por la falta de transparencia. Muchas empresas no revelan su consumo real de agua ni aplican métricas estandarizadas, lo que dificulta la fiscalización pública. Organizaciones ambientales han pedido que la huella hídrica tecnológica sea tan visible como la huella de carbono, especialmente en zonas vulnerables.
Hacia un debate global
El uso intensivo de agua por parte de la industria tecnológica ya no es un tema técnico: es un asunto político, económico y ambiental. Gobiernos y empresas afrontan el reto de equilibrar innovación y sostenibilidad, garantizando que la nube no termine drenando los recursos esenciales de las comunidades.
Según expertos en sostenibilidad, el agua se ha convertido en la moneda invisible del progreso digital. Si no se gestiona con justicia y responsabilidad, la revolución tecnológica podría agravar una crisis hídrica ya en marcha.