Ante un contexto internacional marcado por tensiones comerciales, inestabilidad geopolítica y riesgos medioambientales, hay algunos países que muestran alternativas en sus estrategias comerciales a la hora de entender la sostenibilidad, incluso en el sector de la agricultura y los cultivos.
Un enfoque que también está ganando fuerza en España, donde diversas startups están impulsando un modelo agrario más eficiente, tecnológico y respetuoso con el entorno. Es el caso de Agro4data, que aplica inteligencia artificial para optimizar cultivos y reducir el impacto ambiental; Niak, que combina sensórica avanzada con IA generativa para la agroindustria; DeepFarm, que mejora el bienestar animal y la productividad en la ganadería de vacuno mediante visión por computador; o AgroTrader, una herramienta digital para que los agricultores gestionen sus explotaciones de forma más eficiente.
Japón, también está presentando alternativas en este sector, principalmente apostando por fortalecer su economía desde lo local. Iniciativas centradas en el aprovechamiento sostenible de recursos tradicionales —como el té, el bambú o las algas marinas— buscan reducir la dependencia externa, generar empleo y revitalizar las economías regionales. El auge global de productos como el matcha ha impulsado proyectos como el de JA Mitsui Energy Solutions, que combina paneles solares con agricultura para aumentar la rentabilidad de los cultivos, mientras que empresas como Ito En trabajan para recuperar tierras abandonadas y reactivar la producción local.
Este mismo enfoque se extiende a otros materiales tradicionales con gran potencial innovador. Investigadores han desarrollado nuevas aplicaciones para el bambú, como nanofibras de celulosa con usos en el sector aeroespacial, gracias a su ligereza y resistencia, o compuestos ecológicos para automoción como BAMBOO +, fabricados con un 55 % de fibra natural. Estas iniciativas no solo buscan soluciones más sostenibles, sino que también revalorizan materiales infravalorados que forman parte del patrimonio cultural japonés.
En el ámbito marino, startups como Sea Vegetable están liderando proyectos de cultivo de algas wakame, kombu o nori, tanto en mar como en tierra, usando tecnologías limpias y herramientas digitales para monitorizar los ecosistemas. Además de su valor ecológico y alimentario, las algas actúan como sumideros naturales de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático y favoreciendo la biodiversidad. Esta nueva acuicultura tecnológica también abre la puerta a una industria más verde y descentralizada.
En conjunto, estas estrategias reflejan una apuesta decidida por reconstruir el tejido productivo a partir de lo cercano, combinando tradición e innovación. A medida que crece la fragmentación global y los riesgos externos aumentan, el fortalecimiento de las economías locales no solo se presenta como una vía de resistencia económica, sino también como un modelo de desarrollo más equilibrado, sostenible y conectado con el entorno.
Finalmente, la apuesta de Japón por la innovación local ofrece un ejemplo inspirador para otras economías que buscan equilibrar desarrollo económico y sostenibilidad. Integrar el conocimiento ancestral con las tecnologías más avanzadas permite no solo preservar el patrimonio cultural, sino también impulsar un crecimiento económico resiliente y adaptado a los desafíos globales del siglo XXI.